Por Horacio Llovet, Co-Founder de Nawaiam
La pandemia puso sobre la mesa un movimiento que venía gestándose, sobre todo en las generaciones más jóvenes: el trabajo debe estar alineado a los deseos propios, y no tener que amoldar los gustos y anhelos personales en pos de simplemente lograr un sueldo a fin de mes. Es este el gen de la Gran Renuncia, el Gran Desgaste, el Gran Abandono o la Gran Dimisión.
Lo cierto es que si bien para unos es la oportunidad para encarar búsquedas profundas y personales, este fenómeno tiene serios efectos en el mundo laboral, como la pérdida de talento y la consecuente capacidad productiva o de servicio que se ve afectada. Incluso, las organizaciones pierden miradas y opiniones que podrían resultarles innovadoras.
Esto sin tener en cuenta los costos que implica dar con un nuevo colaborador. Porque no se trata de que hoy estemos atravesando una crisis de escasez de talento, sino que debemos repensar qué deben darles las compañías a sus trabajadores, porque está claro que un buen salario y una oficina bien decorada ya no son suficientes.
Incluso, la Gran Renuncia tiene un paso previo, y es lo que muchos denominaron “la actitud de manos caídas”, que no es más que ver pasar el tiempo laboral, pero sin dejar en la tarea un esfuerzo o compromiso extra. ¿Por qué sucede esto? Simplemente es la falta de motivación.
Debe existir un vínculo estrecho entre los valores y compromisos de las empresas y los de sus colaboradores. Y, a su vez, éstos deben sentir que sus roles marcan un cambio en el día a día de los cliente, el planeta o la sociedad en general.
Sin esto, no hay posibilidad real de desarrollo, tanto de la compañía como de sus integrantes.
Motivación genuina
¿Por qué muchas empresas se mostraron sorprendidas por la Gran Renuncia? Es que fue un movimiento que se gestó y comenzó a hacerse de modo silencioso. Y es desafiante, tanto que muchos dejaron sus trabajos sin siquiera tener un reemplazo en vista.
Lo que vale para estas personas es la pasión. Para ellos soportar una hora más de insatisfacción ya no es una opción, y aquellos que no tienen más remedio que permanecer en sus puestos laborales, lo harán pero experimentarán una erosión lenta pero constante de su interés y dedicación.
Sin dudas, lo que sucede es grave. Nos está indicando que como sociedad hay mucho en lo que trabajar y mejorar. Crecimos escuchando que el trabajo dignifica a las personas, que es un regalo que nos permite vivir con mayor comodidad y felicidad. ¿Realmente es así? ¿La gente está renunciando a lo que les otorga dignidad?
Claramente esto no estaba sucediendo, por eso se vuelve imperativo corregir el rumbo, para volver a las bases. Es una pena que ese gran valor que llevamos agregado todas las personas no sepamos cuidarlo. Ni como empresa ni como trabajadores. Ambos lados tienen responsabilidad.
La gran Renuncia condensa tres peticiones: salario (la inflación mundial y el alto costo de la vida no se pueden obviar, porque tiene poder detonante en la insatisfacción), la conciliación y la flexibilidad. Quienes la ponen en práctica demandan mejor trato al empleado y mayor proyección profesional que deje espacio a intereses personales. Todo, en definitiva, gira en torno del bienestar. ¿Cómo actuar por parte de las empresas? Es fundamental escuchar al talento, la comunicación transversal que permita desvelar las necesidades latentes y las capacidades que tiene nuestro equipo. Solo así se podrá llegar a mejorar el clima laboral que los colaboradores necesitan para germinar y crecer. La sostenibilidad en el talento y su cuidado es una ola de la que las empresas ya no podrán bajar.